GEOINGENIERÍA MARINA
La Organización Marítima Internacional (OMI) desempeña un papel esencial en la gestión sostenible de los océanos, actuando como el órgano rector que regula el transporte marítimo mundial y promueve prácticas seguras, eficientes y ambientalmente responsables. Como principal usuario del espacio oceánico, el sector marítimo depende directamente de mares saludables, por lo que la OMI impulsa normas que reducen la contaminación, fortalecen la seguridad de la navegación y fomentan la cooperación entre Estados miembros y otros sectores vinculados al medio marino.
En el marco de la Agenda 2030, la OMI refuerza especialmente los objetivos del ODS 14 (Vida submarina) y el ODS 13 (Acción por el clima), integrando además innovación, alianzas estratégicas y gestión sostenible de los recursos. Su labor se enfoca en coordinar esfuerzos internacionales para enfrentar amenazas crecientes derivadas de actividades humanas y asegurar que los océanos sigan siendo un pilar económico, ambiental y social para las generaciones presentes y futuras.
GEOINGENIERÍA MARINA
La comunidad internacional ha intensificado el debate sobre las técnicas de intervención en el mar para mitigar el cambio climático. En octubre de 2025, las Partes del Convenio y del Protocolo de Londres —tratados clave bajo la supervisión de la OMI— aprobaron una declaración que advierte sobre los riesgos de la geoingeniería marina. Estas técnicas buscan manipular procesos naturales del océano, como la fertilización oceánica o el blanqueamiento de nubes, para aumentar la captación de carbono o reducir la radiación solar. Sin embargo, pueden generar efectos “nocivos, duraderos o severos” sobre los ecosistemas. Por ello, desde 2013 el Protocolo de Londres prohíbe estas actividades salvo si se realizan como investigación científica autorizada y sujeta a estrictos análisis de riesgo.
RIESGOS Y NECESIDAD DE REGULACIÓN
El aumento de proyectos privados y comerciales ha impulsado a las partes a insistir en que la protección del medio marino debe prevalecer sobre la urgencia climática. Entre las técnicas que requieren evaluación prioritaria figuran la mejora de alcalinidad, el uso de biomasa para capturar carbono y el aumento del albedo marino. La evidencia científica sigue siendo insuficiente, por lo que la OMI reactivó el grupo de trabajo intersesional para definir criterios, elaborar guías de riesgo y garantizar transparencia.
Según Cdrlaw.org, la preocupación radica en que intervenciones a gran escala podrían alterar ecosistemas, pesca, biodiversidad y comunidades costeras. La decisión internacional reafirma el principio de precaución: ante la incertidumbre, el medio ambiente debe prevalecer. La enmienda de 2013 sigue siendo el marco normativo central para estas actividades.
Una de las contribuciones más notables de la OMI a la preservación de los océanos es su liderazgo en el establecimiento de normas mundiales para prevenir la contaminación del mar ocasionada por los buques. El instrumento más importante de la OMI a este respecto es el Convenio MARPOL, que aborda diversas formas de contaminación procedente de los buques, como los hidrocarburos, los productos químicos, las aguas sucias, la basura y la contaminación atmosférica.

